La vida por delante, película de Fernando Fernan Gómez, además de reflejar la vida en la España de finales de los años cincuenta, nos sirve de espejo para la España de principios de siglo XXI: Trabajos precarios (cuando los hay) con los que ahorrar para comprar una vivienda, que es demasiado pequeña y demasiado cara.
En el Madrid de la época, la oferta inmobiliaria escaseaba y la demanda era muy elevada, por lo que la compra de vivienda era un sueño difícil de alcanzar. En la contemporánea, el amplio stock inmobiliario no ha facilitado el acceso a una vivienda digna.
Una de las secuencias memorables de la película, muestra a la joven pareja (Josefina y Antonio) que, tras preparar un anuncio para encontrar un pisito, conciertan una visita para verlo:
Lo que encuentran es el solar donde se construirá un edificio de viviendas y, en la novena altura, el piso que han reservado.
Pese a lo inhóspito del paisaje, la narración sobre cómo será su futuro hogar, les hace imaginar su vida en él.
Se trata de una compra emocional de Vivienda sobre plano, bueno, sin ni siquiera plano. ¡Castillos en el aire!