El agente inmobiliario (del comprador), ¿es un vendedor de ilusiones?
¿Se ocupa y preocupa por los intereses de su cliente o solo quiere vender rápido el producto?
La línea que divide la percepción de amparo al cliente y la de egoísmo, es muy delgada.
La Profesión inmobiliaria ha sido maltratada por el cine, posicionando a los agentes como agresivos comerciales que solo quieren despachar el producto.
En el visionado de la película “Loro” (Paolo Sorrentino , 2018), me encontré a Silvio Berlusconi que, en una etapa de crisis personal y política, se aferra al recuerdo de su etapa inmobiliaria, para recuperar la confianza como ser persuasivo y exitoso (al menos así se ve él mismo).
Para reafirmarse en su convicción de líder y seductor, elige aleatoriamente a una candidata a la que, primero seducir y luego vender, una vivienda imaginaria, utilizando atajos emocionales para convencerla.
Usa una llamada telefónica a “puerta fría” como primer contacto:
“No quiero vender al primero que pasa, quiero vender a personas como usted, personas que tienen un dolor, que tienen la necesidad de dejar ese dolor atrás. Usted se merece enterrar ese dolor. Para ser el mejor vendedor, se deben conocer los dolores y los deseos de los clientes.”
Este argumento de ayuda al cliente es válido si es sincero, ya que el inconsciente y las emociones son lo que realmente influyen en la decisión de compra de una casa.
Sin embargo, en la secuencia del film vemos que es un argumento de persuasión y seducción basado en falsas expectativas.
El Imaginario social tiende a etiquetar a un colectivo; el inmobiliario es visto así, como un encantador de serpientes en el que el objetivo es meramente el propio del negocio. Sin embargo, la percepción que tenemos de un colectivo o una marca no debe extenderse a cada una de las personas que las representan.
Así como las propiedades de bancos no siempre son las más baratas ni los productos tecnológicos más rebajados no se encuentran siempre en Mediamarkt ni en Amazon.
Siempre hay personas que se aprovechan de la ingenuidad de otras, que ven oportunidades para vender antes que posibilidades de establecer una relación continuada con otras personas y su círculo de influencia.
Lo malo de unos pocos, es un virus que se extiende en la mente del consumidor, que lo extiende al resto de profesionales de ese sector de actividad.
Mi realidad es otra. La que conozco de cerca y por dentro, es una realidad en la que los profesionales inmobiliarios ayudan a familias a resolver problemas y conseguir sus objetivos (los de los clientes).
El personaje de la película, Augusto Pallotta, que no es otro que Silvio Berlusconi, rememora su etapa de vendedor inmobiliario, en la que conseguía convencer a todos a quienes les proponía la compra de una vivienda, como sueño al que aspira cualquier persona, poseer una vivienda en propiedad.
Pero es una reminiscencia caduca, vieja, que necesita ser olvidada, como la figura del personaje italiano.
¿Quieres ver cómo termina la secuencia y si consigue convencer a su víctima? (proximamente)
Otras referencias cinematográficas:
– Vivienda e Inmobiliarios en el cine
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