El hecho de que varias de las últimas ediciones de ferias y salones inmobiliarios hayan fracasado es un toque de atención para los organizadores de estos eventos para el sector inmobiliario.
De la misma manera que en el primer lustro del sigo XXI se abrieron miles de inmobiliarias (durante 2005 casi la mitad de las nuevas empresas eran inmobiliarias o estaban relacionadas con el sector inmobiliario), en los tres últimos años han aparecido nuevas ferias inmobiliarias, normalmente de caracter regional o local.
Las empresas organizadoras vieron un filón en un sector que vivía sus años dorados, en un estado de opulencia que permitía estar presente en cuantos eventos hinicieran falta.
Pero ha llegado el momento en el que a la demanda no le interesa acercarse hasta la oferta, en el que la intención de compra se ha postpuesto, a la espera de tiempos mejores y posibles rebajas en el precio de la vivienda.
Si no hay masa crítica de visitantes dispuestos a comprar, la presencia en una feria inmobiliaria es muy costosa, en términos económicos (ROI) y de recursos humanos (personal dedicando su tiempo a tareas poco rentables).
Quizás por ello se ha decidio suspender el Salón Inmobiliario de Navarra, que debía haberse celebrado el pasado fin de semana (8-10 de ferero) en Pamplona. Ni siquiera un entorno tan favorable como el del Palacio de Congresos y Auditorio Baluarte parece poder arrastrar a las empresas del sector, que motivadas por la recesión en las ventas, prefieren guardar las pocas balas restantes para otras batallas.
Los organizadores tendrán que realizar mayores esfuerzos en el estudio y desarrollo de estrategias de marketing para celebrar ferias inmobiliarias.
Grandes ferias como SIMA, BMP y Urbe tienen que estar atentos para que no les explote en las manos la burbuja.
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No es extraño que comercializadoras como J.L. Lasalle no estén presentes como expositores en SIMA; están presentes de otra manera*, mucho más económica e igualmente efectiva.
* en los saraos de las grandes empresas.